Los Enanos de la calle Garachico

Los Enanos de la calle Garachico
Los Enanos de la calle Garachico - Foto de archivo.

1950 fue un año muy peculiar por la serie de funciones vinculadas a la célebre Danza de Enanos. Por aquel entonces, el tradicional baile llegó a ejecutarse no sólo en la jornada marcada por el programa municipal de las fiestas de la Bajada de la Virgen de las Nieves, esto es el jueves 22 de junio; además, el mágico espectáculo volvió a representarse el 29 de julio, en el estreno de un nuevo día dedicado a la danza, poco antes de la subida de la imagen mariana al santuario. Por último, el 24 de octubre de 1950, los Enanos clausuraron el año con una exhibición en la explanada del muelle, en el cierre de la visita oficial de Franco a La Palma. Estas dos últimas representaciones fueron promovidas al margen del programa municipal: una, obligada dadas las exigencias que demandaba la afluencia de público al espectáculo y que, a partir de este instante, se ha consolidado de manera plena en el calendario lustral; la otra, puntual y claramente interesada desde un punto de vista político, conformada en aras de agradar al entonces jefe del Estado.

Cabría recordar que en la Bajada de la Virgen de 1950, la Danza de Enanos se interpretó con libreto de José Lozano Pérez (1890-1951) y música de Domingo Santos Rodríguez (1902-1979), autor asimismo de la celebérrima polca Recova, ejecutada en la segunda parte del espectáculo; la alegoría escogida para esta edición fue la de consejeros. Lo curioso es que en el expresado año no sólo concurrieron las tres convocatorias reseñadas, más o menos oficiales, de la popular danza. En el verano llegaron a consumarse dos espontáneas, ingenuas y oficiosas representaciones infantiles. De la primera, organizada por un reducido grupo de niños, vecinos de la calle Jorós, conocida como “Blanca Nieves y los siete enanitos”, existe un artículo periodístico publicado por Antonio Javier González Díaz. De la segunda, promovida en la calle Garachico por un conjunto de jóvenes, no queda hoy en día otro testimonio que la memoria de sus promotores y participantes. Por esta razón, antes de que las vicisitudes de esta última recreación no canónica de la Danza de Enanos se diluyan en el tiempo (dada su modestísima puesta en escena y, por tanto, su ausencia en cualquier fuente escrita), conviene que describamos sus incidencias. Nuestro objetivo es sumar una nueva página a la historia de los ancestrales Enanos, uno de los números festivos de mayor arraigo en Canarias.

De igual forma a “Blanca Nieves y los siete enanitos”, en el estío de 1950, un grupo de niños, vinculados esta vez a la céntrica calle Garachico, preparó una ingenua Danza de Enanos. Se trataba de una imitación de la segunda parte del espectáculo (el baile de liliputienses con su polca). Con este propósito, los promotores buscaron varas de madera, papel y otros complementos con el fin de confeccionar caretas, indumentaria y gorros. Las varillas se consiguieron de la matriz en que venían liados los rollos de telas, cedidas por los comercios de Hugo Martín, Triana, José Cabrera Rodríguez y don Félix (en los bajos del Casino); el papel provino del embalaje de los fideos, solicitado a las fábricas de pastas de la localidad; el cabello y las barbas se prepararon a partir de zaleas, en uso entonces como parte de los pañales infantiles. Para disponer y montar todo el entramado se utilizó una amplia habitación dedicada al juego de la vivienda familiar de los Pérez Acosta (calle Garachico, nº 19). Además, los jóvenes se sirvieron de la ayuda de sus progenitoras en tareas de costura; el dibujo de los rostros fue realizado por doña Paulita Acosta Expósito, pintora aficionada, madre de dos de los niños participantes y anfitriona, junto a su marido, Mauricio Pérez Santiago, de la casa y del cuarto de juegos. Las edades de sus integrantes se encontraban comprendidas entre los 6 y los 11 años.

En una tarde indeterminada de un día laborable de finales de julio o principios de agosto, las notas de la Danza de Enanos volvieron a sonar una vez más; lo hacían ahora de un modo mucho más popular: cantada al unísono por el grupo de infantes partícipes y por el corro de concurrentes. Los Enanos salieron de la casa de los Pérez Acosta y, para asombro de los transeúntes que por allí pasaban, desplegaron su cándido entretenimiento. En primer lugar, en la misma calle Garachico, luego, en la placeta de Borrero, a continuación, al pie de la antigua escuela real, en la actualidad Juzgados (calle Anselmo Pérez de Brito), por último, en el tramo inicial de Álvarez de Abreu, frente al domicilio de Catalina Pérez González. Asimismo, se tenía previsto algún otro punto de representación, no consumado finalmente debido a las contundentes protestas de un componente de la danza oficial de Enanos ante las autoridades civiles. Ello motivó que, poco después del comienzo de las actuaciones, un guardia municipal acudiera a la vivienda de la familia Pérez Acosta a dar cuenta de las quejas e impedir que los enanos infantiles prosiguieran su peregrinaje.

Como legado de aquellas aventuras sólo ha pervivido una instantánea tomada en la placeta de Borrero, quizás por un afortunado fotógrafo que transitaba por allí en aquel momento; en primer plano, aparecen los ochos componentes de esta danza ataviados con la indumentaria característica: Agustín y Mauricio Pérez Acosta, Apeles Gmelch Díaz, Eladio Rodríguez Ortega, Antonio Peña Aparicio, León Cobiella Pereira, Agustín Amaro Vázquez y Manuel Duque Galván; detrás, un numeroso grupo de jóvenes mayores, entre los que se distingue a Óscar Amaro Cabrera, Luis Gmelch Díaz, Carlos Duque Galván, Javier Cobiella Cuevas, Idafe Plata Rodríguez, Juvenal Pérez Amaro o Eugenio Carballo Benítez, algunos de ellos colaboradores del evento.

Aunque los Enanos de la calle Garachico no fueron otra cosa que una recreación muy modesta del célebre baile lustral, su recuerdo no deja de resultar llamativo. 1950 ha quedado de este modo como un año distintivo en la historia de la Danza de Enanos, en el que cupieron funciones tradicionales, novedosas, políticas e infantiles. La mezcla de creatividad, arrojo y humor tendida por aquellos jóvenes es una nueva muestra palpable de la enjundia que poseen las manifestaciones festivas de nuestra ciudad; sin duda alguna, uno de sus tesoros más preciados.

*Cronista Oficial de Santa Cruz de La Palma

Publicado en el Diario de Avisos el 10/08/11:
http://www.diariodeavisos.com/2011/08/10/islas/la-palma/los-enanos-de-la-calle-garachico

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