![]() |
El carro alegórico y triunfal en la Bajada de la Virgen de las Nieves +AMPLIAR FOTOS |
[...] Los antiguos Carros Alegóricos y Triunfales en honor a la Virgen palmera se basaban en una monumental carroza llena de varios artificios y añadiduras para la escenografía; prominentes tronos para los protagonistas; repisas para los deuteragonistas y aquellos personajes calificados como decorativos; grandes portalones o compuertas por donde surgían o desaparecían corales de voces completas; peñascos que se manifestaban y se descubrían revelando en sus entrañas asombrosas apariciones; «y todo este pasado y relumbrante armatoste —sorprendente maquinaria, como se decía en los buenos tiempos de los carros— era tirado por fornidos y pacientes bueyes cubiertos con rojas gualdrapas y con los cuernos, pezuñas y cangas dorados».
A diferencia de lo que sucedía con el auto sacramental de Corpus en el siglo XVII, que solía representarse al atardecer, las cuatro o cinco funciones del carro mariano y palmero se ejecutaban durante toda la noche hasta el amanecer. Era anecdótico observar que, muchos de los emplazamientos fijados para la representación, ya no eran los predeterminados por ser domicilio de alguna autoridad local importante, ilustre corporación o iglesia, como ocurría con el sacramental. Después, por el contrario, se usaba la lógica, ya que se ubicaban en aquellos sitios de la calle en la que su anchura permitiese más cabida, seguridad y comodidad a los espectadores.
El escritor palmero Pérez Vidal apuntaba que numerosas antorchas de tea rodeaban al carro durante la esperada representación, y al lado de aquellas antiguas luces, que ayudaban a intensificar la atmósfera ancestral y distante del evento, muchas bengalas, que cambiaban de color con frecuencia, iluminaban las sedas de las túnicas y mantos, realzando así el ambiente mágico de la celebración.
Con los avances tecnológicos, aquel antiguo alumbrado fue sustituido por lámparas eléctricas y reflectores. Esto trajo como consecuencia que «los caballos mecánicos hubieran despedido a los mansos bueyes de su puesto de siglos»; efectivamente, ya se empezaba a representar sobre el chasis de un gran camión.
Concluye, apesadumbrado, señalando que, con estas modificaciones y progresos, los efectos lumínicos supusieron una mejor puesta en escena, más vistosa, más sorprendente. No obstante, esa atmósfera densa de tiempo y enigma, esa sutil capa que envolvía la imagen del carro ha comenzado a despejarse y desvanecerse. El ínclito profesor probablemente tenía razón en estas apreciaciones.
Este solemne número quinquenal muestra en la noche de la víspera de la llegada virginal, el Viernes Grande, su esencial escenografía, «sus ingenuos artificios, mientras sus actores declaman las metáforas sonoras del castellano, salpicadas de arias emotivas y brillantes coros que hacen a la pieza definitivamente triunfal».
Realmente supone objeto de admiración y perplejidad cómo en nuestra ciudad y en nuestra isla, situadas tan lejos del continente europeo, pudiera florecer entre los siglos XVII y XX un excepcional catálogo de escrituras creativas, imaginativas, musicales, etc. cuyo cometido era el de ensalzar las fiestas lustrales en honor a la patrona palmera [...].
José G. Rguez. Escudero.
0 Comentarios
Hola, si eres usuario Google, deja tu opinión respetuosa sobre este tema.